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Una de las dudas más comunes entre esteticistas y profesionales de la belleza es cómo recomendar productos sin que el paciente sienta que le están “vendiendo algo”. Esta incomodidad es natural, sobre todo si tu vocación principal es el cuidado de la piel, no las ventas.
Sin embargo, saber hacer recomendaciones es parte esencial del trabajo estético. La rutina domiciliaria representa más del 70% de los resultados visibles, y como profesional, tu deber es guiar a tus pacientes más allá de la cabina. Entonces, ¿cómo hacerlo con naturalidad, sin que se perciba como una venta forzada?
En este artículo te compartimos estrategias clave para comunicar con confianza y ética, generando recomendaciones basadas en conocimiento, no en presión.
Cambia el chip: no vendes, educas
El primer paso es cambiar la mentalidad. No estás intentando vender un producto, estás brindando una solución personalizada basada en una evaluación profesional. Tus pacientes confían en ti porque sabes de piel. Si lo que recomiendas tiene lógica, respaldo y propósito, entonces tu sugerencia será bien recibida.
Cuando hablas desde la formación y la experiencia, no suenas como una vendedora: suenas como una experta.
Escucha antes de hablar
Una recomendación efectiva nace de una buena escucha. Antes de sugerir cualquier producto, toma el tiempo para entender:
- ¿Qué usa actualmente tu paciente?
- ¿Qué le gusta o le resulta difícil de su rutina?
- ¿Qué resultados busca?
- ¿Cuánto tiempo está dispuesto a dedicar a su cuidado facial?
Solo con esa información podrás hacer una sugerencia que se sienta realmente útil y adaptada. De lo contrario, corres el riesgo de parecer interesada únicamente en vender.
Sé específica, no genérica
Evita frases como “este producto es buenísimo, te va a encantar” o “esto te va a ayudar un montón”. En lugar de eso, utiliza argumentos claros y personalizados:
- “Te recomiendo este suero porque contiene niacinamida, que es ideal para equilibrar tu producción de grasa y mejorar el tono de tu piel.”
- “Este limpiador tiene un pH adecuado para no alterar tu barrera cutánea, algo muy importante en pieles como la tuya.”
Cuando explicas el “por qué” detrás de la recomendación, ganas credibilidad y demuestras conocimiento.
Haz del producto una extensión del tratamiento
Una de las mejores formas de introducir productos es integrarlos naturalmente en la sesión. Por ejemplo:
- “Hoy trabajamos sobre hidratación profunda, y para mantener este resultado te recomiendo usar en casa este serum con ácido hialurónico.”
- “Este protector solar es ideal para pieles tratadas con microagujas como hicimos hoy. Así evitas irritaciones y aprovechas mejor los beneficios.”
Esto convierte la recomendación en una continuidad del protocolo, no en una venta aislada.
Habla desde tu experiencia
Una herramienta poderosa es contar tu experiencia personal o la de otras pacientes (sin violar su privacidad):
- “Yo lo uso en mi rutina de noche y noté que mi piel se ve mucho más luminosa.”
- “Una paciente con rosácea parecida a la tuya mejoró muchísimo con este producto.”
Esto humaniza la recomendación y crea una conexión más cercana.
Ten siempre una opción adaptada al presupuesto
Es importante reconocer que no todas las personas pueden invertir lo mismo. Ofrecer una alternativa dentro de un rango accesible muestra empatía y refuerza tu ética profesional. Puedes decir:
- “Este producto sería ideal, pero si estás buscando algo más accesible, tengo esta otra opción que también funciona bien para tu tipo de piel.”
El paciente sentirá que te importa su bienestar, no solo su dinero.
Cierra con claridad pero sin presión
Finaliza la recomendación sin urgencia ni insistencia. Deja claro que la decisión está en manos del paciente:
- “Si decides llevarlo, perfecto. Si no, igual puedo ayudarte a encontrar una rutina que se adapte a ti.”
- “Lo dejo como sugerencia, porque de verdad creo que puede hacer una diferencia en tu piel.”
Recuerda: tu objetivo no es cerrar una venta, sino abrir un camino de confianza a largo plazo.
Recomendar productos no debe ser una experiencia incómoda, ni para ti ni para el paciente. Cuando lo haces desde el conocimiento, la empatía y el compromiso con los resultados, se convierte en un acto de cuidado genuino.
Tu autoridad como profesional no está en cuántos productos logras vender, sino en cómo impactas positivamente en la piel y la vida de quienes confían en ti.